Entre la autoimagen y el ser verdadero
Sabemos que muchas veces los síntomas de ansiedad y depresión que aparecen sin causas definidas son mantenidos por peleas internas inconscientes que hacen que no estemos a gusto con quién somos. Esta búsqueda de ser otra cosa que no somos, nos generamos mucho malestar y sufrimiento.
Qué es la autoimagen
La autoimagen es la imagen que yo tengo de mí. Lo que me cuento a mi mismo sobre mí, suele ser una falsa imagen, se suele llamar “el falso yo” en las terapias psicológicas, el autoconcepto que tengo de mi, cómo me veo a mi mismo, incluso cómo “creo” que soy, bueno realmente cómo me digo que “tengo que ser” y sobre todo “como no puedo ser”.
La diferencia entre el “yo” real, “quién soy de verdad” y el autoconcepto que me he construido, el “falso yo”, es mi autoimagen a veces es muy grande. Entre quién soy y “quién me cuento que soy”. Esta pelea interna entre una y otra idea de nosotros genera mucho sufrimiento y malestar cuando en la vida dicha diferencia se pone de manifiesto. Crisis vitales, problemas de relación, dificultades emocionales, duelos… suelen ser momentos en que esta diferencia se hace visible.
En el resto de la naturaleza esto no sucede así, por ejemplo, una rosa “es” una rosa y no pretende “ser” un clavel. Es decir, crece y se actualiza como rosa, igualmente un elefante desarrolla todo su potencial siendo un elefante no pretendiendo “ser” una jirafa, es algo obvio, fenomenológico, no da lugar a dudas y cualquier otra cosa seria ciencia ficción y una anomalía que estudiar.
La Autoimagen y el ser verdadero cuando crecemos
Cuando un niño, por ejemplo Carlos, nace y empieza a crecer y a “ser Carlos” a desarrollar toda su potencialidad de “ser Carlos”, y por tanto a construir su propio auto concepto, no lo tiene tan fácil como la rosa o el elefante. En su código genético si pero ya sabemos que los humanos somos los seres vivos que más necesitamos del ambiente para desarrollarnos como personas y estar incluidos en una sociedad compleja.
Me refiero a que hay un Papá, una Mamá, un profesor, un tío, unos compañeros de clase, unos medios de comunicación… que le van diciendo a Carlos “cómo tiene que ser” y “cómo no tiene que ser” un niño y por supuesto un futuro hombre.
Así que más allá de quién “sea de verdad Carlos” y hacía dónde vayan sus potencialidades de “ser Carlos” , el ambiente (padres, profesores, tv…) le mandan mensajes de qué atributos son adecuados para “ser un hombre”, es decir, para desarrollarse como hombre y no despistarse y se convertirse en una rosa o un elefante.
Atributos clásicos masculinos como fuerza, estabilidad, decisión, claridad, control… serán bien vistos y apoyados mientras que todo lo relacionado con la emoción y su manifestación serán más vistos como atributos femeninos y más sancionados.
La autoimagen y el ser verdadero de adultos
Así que Carlos se hace adulto, se hace hombre con las consignas que le han venido dadas desde fuera, “así es un hombre”. Lo de dentro que no encaja en esa autoimagen: lo vulnerable, sensible, emocional… se queda escondido a buen recaudo no se le vaya a tildar de femenino. Así pues, Carlos se dice a si mismo; así soy yo y así no soy yo, esto puedo sentir y hacer, esto no puedo sentir ni hacer…, y ya está el lio hecho.
Cuando lo pasa mal por un problema de pareja, una muerte, un trabajo que le hace sufrir, una sensación de soledad… en definitiva una crisis vital y la realidad le devuelve algo tan obvio como que no se es tan fuerte, ni tan decidido, que no se tiene las cosas tan claras… y le cuesta pedir ayuda, incluso no sabe ni como se hace, y no se permite necesitar y no se permite llorar y siente miedo y duda, no sabe que hacer…
Entonces la guerra ya está dentro también. Un conflicto entre un yo idealizado, un yo inventado, el yo que debería ser, que me han dicho que soy y que me he creído y el yo real, el yo genuino, un yo que apenas me permito conocer y que quedó muy atrás y surgen preguntas ¿Cómo soy realmente? ¿esto que siento está bien, es correcto? ¿Qué es ser “yo mismo”? ¿Cómo me manejo ahora en la vida?….
Y andamos despistados. No se nos permitía llorar, ser impulsivos, locos, espontáneos, dudosos o miedosos. Primero no nos lo permiten los demás y después no nos lo permitimos nosotros. Y así escindimos una parte esencial del “ser humano”, de estar vivos, de vibrar con las emociones, de sentir plenamente lo que nos sucede en cada situación, en cada momento por estar vivos… nos quedamos con un concepto fijo de nosotros mismos y se crea la dicotomía, la ambivalencia de; soy valiente o soy cobarde, soy fuerte o soy débil, debería odiar o amar, soy bueno o malo… Simplemente cambiar “esto o aquello” por “tanto esto como aquello” nos hace ser más reales, estar con lo que nos sucede en el momento, es salir del concepto estático de “quién somos” pues nuestras emociones no son fijas e inmutables y nosotros por tanto tampoco.
Autoimagen y terapia Gestalt
Para la terapia Gestalt éste es un tema esencial de trabajo y conocimiento personal, la crisis que surge de la pelea entre el yo verdadero y la autoimagen es un momento fundamental, una oportunidad para crecer, cambiar y recuperar nuestra esencia genuina, “a ti mismo”.
Por último, aclarar que lo dicho para “Carlos” hombre es igual válido para “Ana” o “María” mujeres con las particularidades de cada uno o una y diferencias personales particulares, he utilizado el masculino como recurso por facilidad narrativa mía. Este escrito me surge como una reflexión personal después de releer del libro de Fritz Perls “El Enfoque Gestáltico”.
Si necesitas encontrarte y hacer las paces contigo, puedes ponerte en contacto con nosotros y decidirte a iniciar un proceso de terapia que te facilite este encuentro.