A veces no es necesario estar en el despacho de un psicólogo para provocar el movimiento interno necesario para que algo se ponga en marcha.
La psicoterapia y la reflexión sobre el ser más interno que a todos nos acompaña, está presente en muchos momentos. Momentos en los que conectamos con pensamientos, sensaciones o emociones, más allá de lo que habitualmente tenemos costumbre.
Hay películas que acompañan en estos encuentros y desencuentros con uno mismo. Personas que expresan con el arte del cine una manera de ver el mundo y de dar sentido a la vida desde el encuentro con el propio deseo y la propia felicidad, que normalmente es mucho más sencilla de lo que la sociedad pretende.
Os hacemos una propuesta de cine con espacio para el crecimiento personal.
Si vas o no vas a terapia es lo mismo. Si sientes que la vida es algo más de lo que estamos acostumbrados a escuchar ( hacer y conseguir un montón de cosas), date un rato para ti mientras ves esta película. Y mientras estás viéndola, no pares de “escucharte”. Es una película sencilla que enseña eso , disfrutar de lo sencillo de un presente que a veces no corresponde con lo que teníamos pensado de antes, un presente que se escapa a las expectativas que teníamos puestas en él.
Sólo consiguiendo disfrutar la “sencillez” de la vida , esta te sería tremendamente más fácil. Pero seguro que al leer “sencillez”, te surgen dudas y rebeldía en tu cabeza e intentas hacer un juego de palabras y cambiar “sencillez” por “aburrimiento”, “rutina”, “frustración”. Pero no, la “sencillez” es otra cosa.
Puedes ir a ver esta peli e intentar verla sin ningún otro motivo que disfrutar plano a plano. Verla de manera sencilla. La vivencia de algo es la mejor manera de integrarlo, y la integración es el primer paso para abrir la conciencia…
Os dejamos la critica y las referencias por si os apetece pasar una tarde de cine por Madrid.
El argumento es simple: la única conexión del pueblo con el mundo exterior es el cartero, que cruza el lago Kenozero en su lancha. Pero un buen día le roban el motor y, además, la mujer que ama se marcha a la ciudad, motivando así un intento por cambiar de vida que finalmente desembocará en lo que ya sabemos todos: que no hay nada como el hogar.
Se preguntarán ustedes entonces hasta qué punto merece la pena invertir una hora y media de su tiempo en esta película. No les voy a engañar: El cartero de las noches blancas no destaca por su argumento ni por sus interpretaciones, ni tampoco por el mensaje que pretende transmitir. La moraleja del filme de Konchalovsky es que la felicidad también se encuentra en lo bucólico, en lo sencillo, en una vida cuyos límites tienen la forma de la orilla de un lago. Que uno puede y debe conformarse con una vida rutinaria y el recogimiento. Que las respuestas no siempre están ahí fuera.En definitiva, si son de los que gustan de ver una película por simple deleite estético, adelante. Sumérjanse en la belleza de las imágenes y el retrato de un pequeño oasis fuera de la civilización. Si no son amantes de la contemplación, quizá les convenga elegir otra sala del cine y quedarse con lo importante de esta cinta: ne te quaesiveris extra, es decir, no busques fuera de ti mismo.
http://cinesrenoir.com/cartelera/pelicula/669/informacion/
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