Qué entendemos por soledad
Todos y todas, en algún momento de nuestras vidas, estamos solos y solas. Pero, ¿Qué entendemos por soledad?. Aunque normalmente la soledad se define como ausencia de compañía, la soledad puede ser algo más. De hecho, es muy posible sentirse solo y estar acompañado y al revés, estar aislado y no sentirse en absoluto solo. Desde esta otra perspectiva, la soledad no tiene tanto que ver con algo externo -la falta de compañía-, sino con algo interno, con una sensación o un sentimiento.
Cada vez más personas viven solas en nuestro país.
En España casi 5 millones de personas viven solas. Es verdad que esperamos que alguien que viva solo experimente la soledad en algún momento, pero vivir solo no significa estar aislado. Es la dificultad para conectar con otros la que produce el aislamiento y la sensación de soledad.
El ser humano es -como decía Aristóteles- un “zoon politikon”, un animal social. Raros son los casos de personas que viven en total autosuficiencia y aislamiento.
Los humanos necesitamos al otro, necesitamos contacto, la soledad no es nuestro estado habitual
El ser humano es -como decía Aristóteles- un “zoon politikon”, un animal social. Raros son los casos de personas que viven en total autosuficiencia y aislamiento.
La medida y la calidad de ese contacto nos define como individuos. Esa necesidad de otro viene marcada, no sólo por las preferencias personales, sino también por aspectos culturales y sociales.
Aunque también es cierto que necesitamos retirarnos.
Hay un montón de tareas y necesidades que hemos de abordar solos. No poder retirarnos del contacto pone en peligro nuestro bienestar físico y psicológico.
Existen muchas dificultades para contactar con otras personas.
En nuestra sociedad es común encontrar personas que tienen dificultad para contactar con otros, para sentirse conectados, valorados y plenos. Ayudar a que las personas que tienen dificultad para conectar con otros desarrollen recursos para salir de su soledad es una necesidad social creciente y cada vez más demandada. Los motivos son numerosos: timidez, experiencias traumáticas, falta de recursos personales, cambios de lugar de residencia, etc.
La soledad como un factor negativo para la imagen social
Nuestra cultura es cada vez más narcisista. Los valores que hemos encumbrado tienen que ver con aspectos muy superficiales. El éxito social parece que va unido a tener una casa decorada de cierta manera; a tener un coche de anuncio; a pasar las vacaciones en lugares exóticos; a ser físicamente atractivo e ir vestido de una cierta manera; a tener una pareja estupenda y tener más de 1000 “amigos” en los medios sociales. El éxito social al que, en mayor o menor medida, todos aspiramos está basado en ideales muy superficiales, que sólo tienen en cuenta lo externo. Desatender nuestro mundo interno en pos de parecernos a un canon externo de perfección, puede resultar en mucha angustia por la disonancia entre la consecución de la imagen deseada y la realidad de los límites que tenemos. Trabajar para parecer y no para ser puede llevar a la alienación y a un sentimiento constante de inadecuación y fracaso, que se hará muy evidente cuando estemos solos.
¿Qué sucede cuando estamos solos?
En soledad, normalmente, lo que aparece en la mente suelen ser los asuntos inconclusos. Esto es fácil de entender cuando nos acostamos por la noche. Si no estamos exhaustos y nos dormimos inmediatamente, quien más y quien menos repasa el día y casi siempre lo que aparece en primer plano es aquello que ha quedado incompleto, lo que no ha quedado “resuelto”. A veces lo incompleto es simplemente la lista de la compra, pero otras veces vienen a la mente otros asuntos más profundos que tienen que ver más con quién somos, nuestra biografía y la relación con nosotros mismos. Este tipo de asuntos son más complejos de “solucionar” y vuelven una y otra vez a nuestra mente -sobre todo en soledad- causándonos no poco sufrimiento.
¿Cómo escapamos de la soledad?
Hoy en día, dada la infinita oferta de entretenimiento que nos brinda la tecnología, una práctica muy común es absorbernos en el entretenimiento. Pasamos horas delante de las “pantallas”. La tecnología puede ser un gran recurso para conectar con otros y sentirnos más acompañados. Es una realidad que las relaciones virtuales nos sirven pero me pregunto hasta dónde pueden sustituir a las relaciones presenciales y el precio que pagamos por ello.
El caso es que muchas veces reaccionamos a nuestra soledad negativamente porque nos asusta, pero la soledad no es peligrosa. Es parte natural de nuestra existencia. Renunciar a ella es perdernos parte de nuestra riqueza como seres humanos y de quiénes somos como personas. Pero necesitamos herramientas para explorar esa soledad y llevarnos mejor con ella.
Yo empecé a sentir la soledad en la adolescencia. Aunque en mi infancia había tenido alguna experiencia de soledad, no fue hasta la adolescencia que apareció la soledad con mayúsculas. Yo era de los que, en mi soledad, sentía mucha tristeza, sin poder identificar ni por qué, ni cómo. Lo único que acertaba a ver era la confusión y la tristeza y una sensación flotante de fracaso. A la vez, esos sentimientos me dificultaban mucho buscar compañía y contacto, lo cual ahondaba más en la sensación de carencia y aislamiento. Fue ya en terapia cuando empecé a poder deshacer el hilo de esa tristeza y enfrentarme a la soledad. A medida que avanzaba en el proceso terapéutico, iba recuperando ese espacio interno y transformando esa confusión y melancolía en conocimiento y compasión.
Salidas sanas para el sentimiento de soledad
Desde mi formación y experiencia como terapeuta individual y grupal y mis conocimientos en la práctica y enseñanza de la meditación, mi propuesta es trabajar con la soledad creando entornos de seguridad y confianza donde poder compartir y ser escuchados. Cultivar la calma, vía el entrenamiento de la atención, aporta mucha claridad a la mente. Claridad que necesitamos para ver qué emerge en la soledad. La calma también ayuda a tener paciencia con uno mismo y a no asustarse con la soledad. Con calma y en un entorno de seguridad, se pueden trabajar esos asuntos inconclusos; podemos enfocarlos y encararlos, estableciendo una conversación, un diálogo nuevo con uno mismo, guiado por la confianza y la curiosidad.
Me parece importante también trabajar con la compasión con uno, para cambiar la actitud que tenemos con nosotros mismos y hacernos más tolerantes y compasivos con la seguridad de que esa actitud se trasladará, no sólo a la relación con uno mismo, sino a nuestras relaciones en general.
Susana Gacituaga