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Técnicas de terapia Gestalt. La silla vacia. El dia que mi miedo se atrevió a hablarme.

Contenido

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Técnicas de terapia Gestalt.
La silla vacia.
Libro de terapia 9: El día que mi miedo se atrevió a hablarme.

 

Tal vez sea dificil entender esto de la silla vacia.

Decides empezar tu sesión hablando de lo que te sucedio el otro día, el miedo ese que te ahoga y te incapacita para estar en paz. Entonces el terapeuta va y te dice: «Ves esta silla vacia, imagina que tu miedo está sentado ahí, miralo… ¿Qué te hace sentir? «

Perdida un poco por la propuesta sientes que un intruso no grato se ha colado en tu espacio de intimidad. De repente lo que era parte del mobiliario, pasa a ser alguien que invade con su presencia la calma de decir lo que pasa sin que el otro esté delante, pasa de ser tu historia a ser la historia de dos.

¿Qué te hace sentir? Escuchas de nuevo

Y entonces empiezas a hablar. Hablas de la sensación de miedo, rabia, indiferencia o enfado que acoge tu cuerpo repentinamente ante tal propuesta. Y sueltas. Miras a la silla vacia y lo ves ahi, y lo sientes fuera de ti. Te asustas, te enfadas y demás durante un rato, pasa lo que sea que tenga que pasar. Sientes que el trabajo está funcionando, sientes que estás liberando algo y eso te relaja. Conectas con lo que tu miedo te hace sentir, con lo mal que lo pasas por que exista y le pides que se vaya y que no vuelva más, sientes que el trabajo en terapia merece la pena. Piensas, «Tal vez era esto, echarle, lo que debía de hacer. Puede que después de hoy deje de aparecer…» Y por un momento te alegras de que todo esto empiece a terminar.

Entonces el terapeuta vuelve a hablar… » Ahora ocupa la silla de tu miedo, sé tu miedo, sientate aqui»

Y te levantas con incomodidad y sorpresa, mirando el reloj a ver si queda mucho para terminar y no alargar demasiado esta escena en la que acabas de perder todo el control que creias tener.

«Ocupa este lugar como si fueras tu miedo, siéntete como él y siéntate de la manera en la él se sentaría…, respira , dejate un minuto para conectar con quien eres ahora. ¿Qué sientes?, ¿ Cómo te encuentras recordando lo que te acaba de decir » la de la silla de ahí enfrente» ?

Y entonces, ya sin el control de lo rígido y con el permiso a hablar, el miedo se pone y dice lo suyo…, Por primera vez ocupa tus pulmones para respirar y tu garganta y tus ojos, que son los suyos, para llorar.. Y vuelve a pasa lo que sea que tenga que pasar. Ahora con los dos protagonistas.

Y el dialogo prosigue, dejando el pecho más libre y el estomago más relajado para que cada uno de los personajes que nos ocupan tengan su hueco en «nuestro», «su» cuerpo.

A continuación aparece la trascripción de lo que el miedo habló en esa silla que dejó de estar vacia por un rato. Mil gracias Silvia por compartirlo con nosotros. Susana Gacituaga.

Querida amiga,

llevo mucho tiempo queriendo escribirte esto, llevamos juntos desde que eras pequeña y seguramente te cueste recordarme porque nunca me diste permiso para formar parte de ti, sigo sin entender porque nunca me dejaste estar contigo.

He estado tiempo dando vueltas dentro de ti, sin saber bien a dónde iba. No sé cómo pero siempre has conseguido ponerme muy nervioso, incluso hacer que me sienta pesado. Me he ido moviendo en el poco espacio que tenía y sé que siempre te has sentido molesta por ello. Créeme si te digo que nunca he querido molestarte, sólo necesitaba que me dejases formar parte de ti.

A veces he conseguido llamar tu atención. Debo de confesar que, en ocasiones me he camuflado para ver si despistándote podrías hacerme un hueco contigo. Sé que esto no te ha gustado nunca, siempre me has acabado bloqueando. Me sentía muy agobiado…, cada vez que podía aprovechaba la mínima oportunidad que me dejabas para salir, aunque me costaba mucho. Recuerdo cuando eras pequeña, me controlabas durante el día, pero por las noches yo lograba salir. Te asustaba mucho porque era muy intenso…, pero claro, como no iba a serlo si cada vez me dejabas crecer más. Eso sí, en cuanto yo aparecía tu enseguida pedías ayuda para eliminarme.

Si me hubieses escuchado antes…, ¡yo solo necesitaba formar parte de ti!

Según iban pasando los años, me ibas teniendo cada vez más controlado. No se cómo lo hiciste, pero ¡casi consigues borrarme el nombre!, me sentía anulado, pero seguía vivo y presente, así que me las apañe para ir saliendo de forma esporádica con la tristeza, el enfado e incluso con la alegría. A ellos siempre les diste algo más de permiso para formar parte de ti.

Yo sé que ahora te sientes molesta conmigo, he conseguido crecer y moverme tanto en tu interior que empiezo a notar que me escuchas, aunque sigas luchando en mi contra. Cada vez siento que tengo más control sobre ti y no te voy a engañar…, me gusta la sensación de poder estar presente.

Si me vieses y me dieses mi lugar no tendría que hacer esto…

Recuerdo el día que cambió todo para los dos, estabas subida en ese avión a punto de despegar, no eras la única a la que le asustaba ese aparato y esa sensación de no tener algo controlado, por lo que te permitiste hacerme un hueco. Pero yo tenía tantas ganas de salir que lo hice de golpe. Empecé a moverme mucho y muy rápido, conseguí hacerte sudar y tener frío a la vez, conseguí que te temblase todo, tu corazón latía demasiado rápido, ¡incluso llegue a marearte! En ese momento conseguí toda tu atención, sentí alivio, aunque sé que fui tan desagradable que tampoco supiste bien quien era.

Desde ese día supe que cada vez que te subieses a un avión yo iba a poder salir, esperaba ansioso que llegase ese momento, pero en ocasiones tardaba tanto que empecé a moverme también cuando pensabas en viajar.

¡Por fin tenía algo de sentido mi existencia!

Me sentí molesto cuando empezaste a evitar el avión, incluso cuando dejaste de planear viajes. Sentía que me estabas apartando otra vez, busqué nuevos caminos para que esto no ocurriese, y lo conseguí. Encontré el metro, que de alguna manera tenía cierto parecido al avión, también empecé a buscar otras situaciones para asegurar mi presencia en ti, como montar en coche o andar por la calle…

La verdad que todo esto me ha funcionado, he conseguido hacerme un hueco tan grande que ahora no puedes hacer tu vida sin mí.

Y bueno parece que esta vez también has pedido ayuda como cuando eras pequeña, pero esta ayuda me gusta. No es alguien que quiera eliminarme ni protegerte de mí, es alguien que quiere que veas que formo parte de tu vida y que siempre lo he hecho, aunque nadie te lo haya enseñado antes. Alguien que me da nombre y espacio y que consigue que tu hagas lo mismo. Ahora es cuando empiezas a entenderme y eso me hace feliz, porque ya no tenemos que luchar ninguno de los dos, ahora sé que podemos caminar juntos.

Gracias por empezar a escucharte

Tu miedo.

Silvia Merino Benito

 

 Terapia Psicológica y Gestalt en madrid.

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