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Tristeza por la realidad. El dolor de mirar la vida

Contenido

Reflexiones sobre la tristeza postelectoral y el dolor de ver la vida.

Psicologo humanista madrid

Hoy dos de mis pacientes empezaron así su tiempo de terapia, “Estoy enfadada…, pero sobre todo muy triste….”. Ambas mostraban su tristeza y la manifestaban con sorpresa, ambas querían que yo les ayudara a dejar de estar tristes. Sentian que el motivo por el que lo estaban, no era suficientemente importante en relación a la intensidad que sentían. “ Soy demasiado sensible”, decían.

Estaban tristes por el resultado electoral de la noche pasada. Ambas tenían la esperanza puesta en que habría un cambio, y no lo hubo. Y yo, mientras veía sus lagrimas, no podía hacer otra cosa que acompañarlas con las mías. Más sutiles y ligeras, ya las últimas que me quedaban después de brotar un buen rato antes de empezar a trabajar.

No puedo ayudarte, les dije. Yo trabajo para apoyar lo genuino, y esta tristeza tiene todo mi respeto.

La noche electoral de 26 de junio ha sido una representación muy real de lo que ocurre en muchas de las familias de este nuestro país, de este nuestro mundo. Un mundo, un país y unas familias que arrastran maneras neuróticas de actuar y ver la realidad, que a veces asusta sentir tan de cerca. No quisiera que pareciera que esto es un escrito para insinuar que quien no vota por el cambio esta más neurótico que los que si lo hacen. No es eso. La victoria de una ideología política sobre otra tiene todo mi respeto. Las personas que han votado por afinidad política al partido ganador tienen mi reconocimiento por su victoria.

Pero seguro que os habéis encontrado con gente de la que yo estoy hablando aquí. Personas que han votado a un lado y a otro movidos por la neurosis de un lado y de otro. Movidos por el miedo a la autoridad, por su rebelión ante ella, u otras historias inconclusas y oscurecidas desde hace muchos años ya. Muchas personas , demasiadas a la vez ,que han reaccionado con violencia directa o indirectamente a los del otro bando. Mucha agresividad, violencia, abuso y humillación para tratarse de unas “simples” elecciones, pienso yo. Mucha cegera colectiva, cada uno desde su lugar, cada uno desde su origen.

Os dejo algunas de las que yo he podido escuchar estos últimos meses de decisión de futuro.

He visto como unos andaban a lomos del miedo y/o idealización de la autoridad. Bajo ese padre y esa madre que amenaza con saber lo que nos viene bien, que desde ese poder con mayúsculas ordena hacia dónde debemos ir. A ese padre y esa madre a los que se cree por encima de todo y de todos, con una fe ciega que lo hace tan poderoso que «no se le puede rechazar» . Cabalgando sobre principios y normas » de familia», que se anteponen a los principios básicos de humanidad y respeto. Los introyectos y el miedo se adueñan de los mensajes y las profecías de futuro. El cambio se torna tan oscuro que los deja inmóviles, parados y “tranquilos” en lo que hay, asustados por un futuro fantaseado como catastrófico. A por ellos… , dicen, ¡son los malos!. No pueden escuchar lo que «los otros» necesitan, ya no. Sòlo saben que ellos, «los malos», se han saltado la norma de la gran familia, la norma de que la autoridad tiene el poder haga lo que haga. Y más aun, ellos, «los malos», osan decir que los padres se equivocan, después del sacrificio que hacen por “cuidarnos”. Aquellos que no aprecien el esfuerzo que la autoridad hace por él será un hereje, y será tratado como tal. Y entonces  la imagen de la autoridad se solapa a la paterna/materna, la reacción empieza a ser cada vez más automática. El miedo, la obediencia, o la benevolencia infantil ciegan nuestra necesidad de adultos. Y nos ciegan en obedecer y admirar a quien sea que tenga el poder o parezca tenerlo.

He escuchado a otros para los que la rebeldía se ha convertido en el aliado neurótico. Esa rebeldía forzada que hace perder la realidad. Esa rebeldía que se vuelve una cárcel desde el momento en el que nada de lo mayoritario es aceptado. Esa rebeldía que te impide ponerte un tipo de ropa solo porque una mayoría lo hace, sin saber realmente si te gusta. Una rebeldía que está apocada a ser minoría, ya que esa es su naturaleza. Los rebeldes siempre son los menos, sino fuera así, perderían su condición. Ideas que llevan a estar en contra de la autoridad, cambiando de una a otra, perdidos en una lucha que puede ser infinita ya que siempre hay algo más grande. Gente que cambia su voto al ver que lo que vota,  cada vez gusta a más gente. Y así, vuelve a olvidar lo que realmente necesita y vuelve a escoger seguir en minoria por encima de todo.

Y luego están también los que intentan buscar lo correcto por encima de todo. Lo correcto en cómo se debe hablar , qué se debe decir, cómo se debe hacer, cómo se debe vestir… Me refiero a los que creen que los “deberías “ existen realmente y los utilizan para salir victoriosos en su elección de futuro. ”El más correcto es el que debe ganar”. De nuevo la necesidad queda fulminada por el miedo a enfrentarse a que las cosas no son correctas o incorrecta, simplemente son elecciones personales. Cuando lo correcto y lo incorrecto se caen por su incongruencia, el mundo da más miedo, las elecciones dependen sólo de uno mismo. No hay mandamientos racionales a los que sujetarse. Elegir se vuelve egoista en el sentido de que es de cada uno y para cada uno. Y a veces esto proboca vertigo, el vertogo de ser independiente y libre de decidir, sin llevar de escudo ningún » deberias» que lo ponga más fácil.

Y por último, referirme a las personas que he podido escuchar con un discurso de victimismo y derrota. El victimismo de los que viven aceptando que todo va mal y que seguirá así. Personas que sienten de veras que no pueden ser participes y protagonistas de su propia vida, ya que la confian a un destino del que sólo esperan más de lo mismo. Personas que se retiran de la acción y la responsabilidad con su vida por sentirse arrastrados más que actores de su propia existencia. Nunca tuvieron un protagonismo especial,y ahora agradecen lo poco que tienen mirando como otros tienen aún menos. Trampa de la que es dificil salir, ya que siempre habrá alguien peor que ellos, y esa es la excusa para no hacer nada.

Y así, poco a poco, cada vez la política, los derechos humanos y los recortes están más lejos de la decisión de a quién votar. Y a la vez, nos sentimos más plenos y completos en nuestra neurosis, que no es otra cosa que aquello que aprendimos a poner en marcha para sufrir un poco menos. Que escenario tan magnifico para poner en marcha una repetición de lo programado. Una programación neurótica de lo que aprendimos durante años en nuestro hogar, que por un día vislumbramos como nuestro país.

Y vuelvo a la tristeza, la tristeza de la que antes os hablaba. La que aflora al ver y escuchar como cada vez estamos más perdidos en nuestras heridas y vamos olvidando poco a poco apostar por aquello que necesitamos realmente. No es la tristeza por la derrota, la de la frustración por no haber logrado lo esperado, sobre esa no tengo nada que decir. Dejarla que vaya pasando es de las pocas cosas que se puede hacer. Yo hablo de “La otra tristeza”, la que roza “El miedo”. El miedo a mirar fuera y ver personas perdidas y heridas que movidas por él, han decidido quedarse a seguir pasándolo mal antes que arriesgarse a moverse hacia otro sitio. Ver eso asusta, y entristece, y angustia…

Por supuesto que asusta ver un mundo neurótico. En un mundo neurótico, herido y asustado parece que todo vale. Vale mentir, robar, engañar, abusar, burlarse, jactarse del dolor… Total ,“los malos” son malos y se merecen lo peor.

Y entonces todo se vuelve turbio y difícil de comprender para algunos pocos. De repente la realidad y los resultados no encajan. Esos algunos pocos se entristecen, se asustan y se sorprenden por ello.

Y hablo con ellos. Y entiendo que el momento que estamos viviendo está muy enfermo.

Y esto me hace tocar la realidad de que a veces no se puede.

Es dificil luchar contra la neurosis imponiendo otra. Unicamente cada uno puede pelear con la suya.

Es dificil “convencer” a alguien para que rompa las normas del poder y la familia cuando está asustado desde hace tanto tiempo. Está demasiado paralizado. Todos fuimos pequeños y recordamos lo grande y paralizante que es el miedo desde ahí. Cuando el recuerdo del miedo a la autoridad y al poder se actualiza, todos nos volvemos demasiado niños/as.

Es dificil “convencer” a una persona entrenada para conseguir poder de que aquél que está más abajo está muriendo. No se puede, seguramente pensará que el que está abajo lo está por no haberse esforzado suficiente. Como un día le dijeron a él.

Es dificil “convencer” a alguien que lucha por su éxito por encima de todo de  que aquellos que no tiene trabajo no es porque no valen. Si lo viera así, tendría que aceptar que tampoco él tiene el trabajo por ser el mejor. Tal vez, simplemente, ha tenido más suerte o más oportunidades para lograrlo, pero eso le haría un poco menos importante y esto le asustaría.

Es dificil “convencer” a quien vive por su imagen de que aquel que tiene rastas no es un guarro. Cuando entienda que la imagen no define a la persona sentira tal vacío y soledad que  temblará todo el cuerpo. El vacío de no saber quien se es realmente, y la soledad de que nadie nunca a estado ahí dentro con él/ella de veras. Evitarán por ello mirar dentro, a ellos mismos y a los demás.

Es dificil “convencer” a alguien que se resiste a ir a la moda de que aquellos que visten con Armani no son un gilipollas. Si no hay gilipollas con los que diferenciarse se sentiría perdido. Sin pelea y diferenciación el mundo sería más amoroso y tierno, palabras estas últimas que dañaran sus oídos y su corazón. De manera irracional pero real, la ternura le conectará con el dolor de haberla perdido hace ya tanto tiempo que ha quedado como anhelo. Aprendió que estar tierno y vulnerable es peligroso, y en ese momento juró que nadie más le dañaría. Y entonces, poco a poco se fue alejando y buscando un lugar diferente.

Hay muchos más miedos que no se pueden cambiar mediante el convencimiento, las heridas son demasiado profundas. La manera no es la correcta. Son el miedo, el éxito, el poder y la imagen entre otras imposiciones, las que nos mantienen ciegos. Ciegos y alejados de la necesidad real. Lejos de esa necesidad más humana, de la que casi no se escucha hablar; tranquilidad, crecimiento, amor, alimento, protección, ayuda, comprensión…

Casi a diario me dedico a destapar trocitos de estas vendas que cada uno tenemos , es mi trabajo. Y estoy orgullosa de él. El camino no es fácil, pero merece la pena. Merece la pena ver el mundo con los ojos de la necesidad real aunque asuste.

He aprendido mucho. Como os decía he aprendido que no se puede convencer de muchas cosas. Prácticamente es imposible hacer “entender” a otro algo con lo que neuróticamente entre en conflicto.

Pero hay cosas que si se puede hacer: estar con el otro, escucharle y escucharse

Si se puede acompañar en el miedo a alguien desde el respeto que merece, el miedo no es algo que uno elija y se necesita mucho cuidado y acompañamiento para poder superarse. La imposición y el “se valiente” sirve de muy poco.

Si se puede ayudar a una persona cegada por el poder a ver que a pesar de que le contaron que era lo más importante, y que él sería más o menos querido en función de sus logros, no es cierto. No todos le miran así.

Si se puede acompañar a una persona que vive de su imagen a sentir que existe más allá de lo que se ve de ella. Y que a pesar del vacío inicial del camino se encontrará finalmente.

Si se puede acompañar a una persona a sentir que puede descansar con la mayoría y disfrutar del cuidado que aporta la pertenencia a un grupo. Descansar de seguir peleando para sentirse siempre fuera del grupo.

Tal vez sea más realista soñar y confiar. Confiar en esto que decimos los Gestálticos, la regulación organismica. Confiar en que cada uno de nosotros facilite su despertar y se busque más allá de sus miedos neuróticos, eso si podemos hacerlo siempre. Soñar con que el mundo y las personas curen sus heridas, y que poco a poco podamos mirar y decidir sólo con el corazón y la necesidad real. Sí podemos soñar con que encontremos cada uno la medicina adecuada que nos cure, antes de que sea demasiado tarde para recuperar la esperanza en el camino libre del corazón humano.

Y tengo que terminar diciendo que me alegra mucho empezar a escuchar a politicos que abren esta posibilidad, siendo más humanos y mirando un poco más allá. Gente que llora y se emociona, y se enfada. Personas al fin y al cabo que intenta hacer algo por un despertar que todos necesitamos.

Buen camino

Susana Gacituaga

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